Un nuevo post acerca de la actividad del baloncesto, la exigencia, las jugadoras, las familias y la peligrosa sobreprotección. En esta ocasión a propósito de un artículo que leemos en el blog entrenandobasket y que firma el entrenador Joan González.
Hay que reconocer que es complicado a veces dar con la medida justa en ese equilibrio complejo entre actuar como buenos padres/madres y la sobreprotección. Moverse en los límites de esta última y no traspasar la línea que nos lleve a incidir en ella y acabar siendo menos beneficiosos para nuestros hijos de lo que inicialmente es nuestra intención.
Se puede decir que hay tres niveles de actuación: las familias que ven esta actividad del baloncesto como el medio de que sus hijos/as practiquen un deporte que les haga mantener una cierta forma física y los tenga activos sin más pretensiones deportivas; las que viven la actividad del equipo con relativo interés pero que la parcela deportiva (evolución y futuro) no les quita el sueño; y por último, aquellas familias que están implicadas en todo y se preocupan por los aspectos deportivos y evolutivos de sus hijos/as y el propio equipo presente y futuro. Los primeros padres y madres con saber que su hijo/a va a entrenar y juega partidos tienen suficiente ya que eso cubre sus expectativas, para los segundos no es prioritaria la evolución en el juego ni los resultados ni clasificaciones pero sí que su hijo/a se mantenga en el mismo equipo en que sus amigos/as (con que su hija juegue con sus amigas y se divierta es suficiente) y es para los últimos para los que conformarse con los parámetros de las dos anteriores no es suficiente ya que quieren ver una progresión personal (y por tanto como equipo) en sus hijos ya que además suelen éstos tener una afición bastante alta por el baloncesto. Este último grupo suele verse por el resto como excesivos, como ya comentamos en otra entrada. Todos los puntos de vista son válidos, el problema empieza a surgir cuando se fuerza la convivencia de los distintos modos de entender la actividad en un mismo equipo.
Volviendo a lo tratado en este artículo que os recomendamos hoy, estaremos de acuerdo en que hay que controlar esas ansias sobreprotectoras cuando nuestra hija no tiene el día y recibe la “bronca” del entrenador o no está entrenando con actitud y se le recrimina. En el fondo queremos en exclusiva el derecho a ser exigentes con nuestros hijos y tenemos que asumir que es el entrenador quien tiene todos los criterios y formación para saber qué y cuándo puede exigir a una jugadora. La frase del artículo “No podemos soportar ver a nuestros hijos sufrir…y menos por el baloncesto” resume todo bastante bien y si no esa misma frase, seguro que hemos oído otras muy similares en la línea de que lo que tienen que hacer es divertirse, que la clasificación no es importante, que da igual perder del modo que sea, que lo importante es que estén con las amigas, los saraos que se generen alrededor del baloncesto… Se exige a los hijos en cosas vitales como los estudios o las compañías, el baloncesto es algo secundario y quien lo equipara es poco menos que un enfermo o alguien que se piensa que su hijo/a va a llegar a profesional. En el fondo también hay una dosis de egoísmo en familias que no quieren renunciar a estar en un equipo aun a pesar de que su hijo/a no llegue al nivel que quiere tener el entrenador y también sabemos que eso de quedar excluidos de equipos por no alcanzar los requisitos que exige el entrenador es motivo de no pocas guerras y no de las limpias precisamente.
Al final, y también lo hemos tratado en este blog, lo que salvaría todas las situaciones desagradables es la comunicación, sentar bases cuando se planifica una temporada, poner las normas y condiciones y todos, entrenador y familias, ser honestos antes de acabar ubicados en grupos erróneos. Lamentablemente la comunicación y la franqueza se usa muy poco.
Un saludo.
Una respuesta
Buen articulo.
Hay que ver si o si la pelicula “entrenador Carter”
Recomendada para padres y jugadores amantes del baloncesto.