Basket de Formación ¿Low Cost o Premium?

by Basketistas

Una vez finalizada la etapa de lo que se denomina baloncesto de formación, quedan atrás los días vividos desde la categoría benjamín hasta el segundo año de junior y todo lo que ha tocado vivir con todo tipo de situaciones en lo deportivo y en lo personal. Muchos altibajos emocionales con momentos de felicidad y orgullo que se han entremezclado con otros más amargos con situaciones nada agradables, tensiones personales y decepciones que te marcan para los restos.

No voy a entrar a desgranar toda esa etapa porque en otras entradas, los que seguís este blog o a Basketistas, ya habréis podido ir siguiendo un relato completo de cada fase vivida y no se trata de ser cansino ya con todas esas circunstancias vividas. El hecho de que ya notaréis el uso de la primera persona del singular os dará una pista del momento al que se ha llegado.

Por ir cerrando la etapa, voy a ir haciendo mi resumen personal de sensaciones sobre algunos aspectos del baloncesto base que me he encontrado y que me han hecho cuestionarme si realmente no se pueden mejorar las cosas. Iré comentando algunas en una serie de entradas de este blog que iré presentando este verano y así pasar el rato.

La economía del deporte base

Hoy quería centrarme más en el aspecto económico puro y duro de los clubes y entidades de base y del papel que jugamos las familias en todo ello.

Por poner en contexto, para mí, lo que más me ha resultado evidente durante los 10 años que hay desde benjamín hasta junior es que, organizativamente,  existen tres bloques que funcionan de un modo mucho más estanco de lo que debería de ser lo ideal: estamentos oficiales, entidades/coordinadores, y familias/jugadores. No es que abunde el trabajo colaborativo, la escucha y el codo a codo para mejorar las cosas y situaciones habituales. Más bien pasa todo lo contrario, se vive desde cada bloque como en una burbuja donde todo lo exterior es casi una amenaza, se protege con recelo el modelo ‘de siempre’ y se acepta el mantra de que si ‘siempre las cosas se han hecho así será por algo’, y entonces, ¿por qué cambiarlo?

Al final, si llevas años nadando por la base, habrás tenido la sensación de que cada cual tiene su corralito autónomo y que ahí es complicada la entrada para cualquiera ajeno. Solo cuando entres, te dejes llevar sin rechistar, pagues tus cuotas religiosamente, no hagas preguntas incómodas y ni mucho menos alces la voz, todo irá bien. Si por el contrario te planteas dudas de funcionamiento, las expones, intentas participar… serás etiquetado como problemático.

Lo he vivido con coordinadores que se ponen a la defensiva a las primeras de cambio por ejemplo. Sus decisiones han de ser incuestionables, como infalibles y ellos mismos acaban creyendo sus propios discursos cargados de medias verdades y teorías de cartón piedra. Cualquiera que cuestione sus decisiones pasará a ser oposición desleal. 

Para clubes, federaciones y entidades deportivas en general, las familias somos un mal necesario, o mejor aún, un lastre inevitable. Nos necesitan porque al final somos los que sostenemos económicamente (junto con estamentos públicos) todo su ecosistema. Y además, muchos de ellos piensan que para lo que pagamos (a su entender poco), no tenemos derecho a interferir ni cuestionar un ‘statu quo’ que viene heredado. Y llegamos al meollo de la cuestión, ¿se paga mucho o poco?

Baloncesto de formación: ni low cost, ni premium

Nunca he entendido tampoco esa teoría generalizada de que pagamos poco las familias, porque ese concepto de pagar mucho o poco siempre debería de ir relacionado con lo que se recibe a cambio. Se puede pagar mucho importe por un gran servicio y entonces no se podría sentenciar que se paga mucho, ya que lo vale. También he de decir que creo que en general se tiene una idea equivocada de partida y es que se pretende siempre cobrar lo menos posible porque las familias no queremos pagar por el deporte. El problema es que si se cobra poco, el servicio que se puede ofrecer, muchas veces, es pobre y la calidad muy baja.  A veces hasta pagando más se obtiene un servicio mediocre.

Parece aceptado que el deporte base tiene que ser una actividad low cost, de bajo perfil económico, por el que las familias no queremos pagar más allá de lo imprescindible. A mi modo de ver, esta presuposición es el gran mal de partida de nuestro baloncesto base. Y así se entiende que pagar 300-400 euros por una temporada deportiva es una tarifa ‘estándar’; si nos vamos a 500 o más euros ya es porque se está en un club ‘élite’ y la actividad cuesta por debajo de los 300 por año, es un mero pasatiempo en horas no lectivas.

Digamos que parece que todo se monetiza pero sin entrar en realidad a lo que se ofrece con detalle en la calidad por encima de la cantidad. A mi modo de ver, como familias, debemos ver los servicios que se nos ofrecen, las horas de  entrenamiento, la calidad de ellos, la capacitación del cuerpo técnico, instalaciones, servicios complementarios, etc. Solo con todo eso analizado podremos valorar si lo que pagamos por una temporada de deporte de nuestros hijos es mucho, es poco o pagamos lo justo.

Tampoco entiendo la mentalidad o la tradición de los clubes que en su mayoría se mueven en una franja fija de precios a modo de tarifa plana ni su sistema de cobrar en dos o como mucho tres recibos y siempre en el primer trimestre de temporada tiene que estar todo cobrado. No sé cómo no se plantean un sistema de cuotas mensuales de septiembre a junio que a las familias nos resultaría menos gravoso y que por ende, hasta asumiríamos pagar una cuota de 50-60 euros de septiembre a junio como casi un chollo por las horas de entrenamientos, partidos y actividades que se ofrecen. Parece ser que por una academia de repaso, de inglés o de música podemos pagar esas cifras o más, pero por una práctica deportiva bien planteada, promovida y supervisada no. Y eso es un gran error, insisto, de los clubes sobre todo. No se ponen en valor ni ponen en valor lo que pueden ofrecer para unos jóvenes para los que la práctica deportiva es formativa, saludable y beneficiosa en muchos aspectos. Al no ponerse en valor entran en la rueda del low cost con servicios en ocasiones paupérrimos. Coge el dinero y corre, acaba la temporada y vuelta a empezar.

Podríamos hablar también de esos jóvenes entrenadores con contratos de voluntariado no remunerados que luego reciben una ‘propina’ mensual y raquítica bajo mano por manejar un grupo de chicos o chicas, hacer bastantes horas de entrenamientos al mes, asistir a partidos y más tareas que no se suelen visibilizar. Otro melón a abrir el del régimen laboral y económico en el que navegan estas entidades ‘sin ánimo de lucro’. Porque de nuevo otra incongruencia, los clubes y asociaciones, las empresas de eventos deportivos, son empresas amigos, bienvenidos a la realidad, están para ganar dinero y ser sostenibles y no son altruistas. Siento si alguien se cae del guindo llegados a este punto. La mayoría de entidades de este tipo están para ganar dinero para sus propietarios, fundadores o gestores. Los Reyes Magos son los padres. Como tales entidades no estaría de más que fueran controladas como cualquier otra empresa, nos presentaran cuentas a las familias que justificaran las cuotas, etc. Vaya idea loca.

Y podríamos hablar de las federaciones como entidades público-privadas que se nutren de subvenciones por cantidad y no tanto por calidad. Juegos escolares subvencionados por fichas inscritas, jueguen o no jueguen, sean efectivas de jugadores o sean para llegar a los mínimos de inscripción de equipos y se haga con fichas de niños y niñas que ni siquiera practican ese deporte. Pero reportan su subvención así que todos a asumir que todo va bien. Tenemos que dejar de poner el foco en la cantidad o al menos ponerlo solo si va acompañado de calidad (de servicio prestado). De nada sirven los récords de licencias y equipos inscritos si todo es un espejismo donde lo que hay detrás es mucho más pobre y mediocre. Sus campus y tecnificaciones de pago que sirven para su mantenimiento año a año, algunos campus que se venden como formativos pero que no dejan de ser de tiempo libre y para generar ingresos. Pero allá cada uno con su gestión, a los que sí que habría que exigirles control y certificaciones es a los organismos oficiales que otorgan el dinero de todos.

En definitiva, en mi opinión las familias pagaríamos poco en general por el servicio que reciben nuestros hijos, en la teoría. Digo en la teoría porque la realidad es que de lo que nos venden en las captaciones, a lo que recibimos en la realidad, hay un buen trecho que va creciendo una vez pasada la frontera de enero, que es cuando los coordinadores ya han cobrado todo y ponen la vista en la próxima temporada.

Pagamos poco pues pero además lo pagamos mal porque no se sabe ni ser buen vendedor de un servicio. Y luego, al ser conscientes los clubes de que se paga poco, el servicio se ajusta en proporción y no es el mejor posible. La pescadilla que se muerde la cola. El día que algún club decida cambiar esto… ese día lo echarán del sistema, es verdad. A día de hoy los clubes que cobran más es más por prestigio que por servicio casi, pero es cierto que si pagas más sueles obtener algunas mejores prestaciones. Entonces, ¿queremos mejorar el deporte base? ¿queremos mejorar lo que reciben nuestros hijos? Que los clubes empiecen a saber vender sus servicios, que nos expliquen, nos cuenten lo que les cuesta todo, y entonces pagaremos más, cobrarán más, tendrán mejores profesionales y podrán crecer. Se saneará. Pero claro, sacar a la luz cómo se funciona y gestiona no les conviene.

Y entonces, pues seguiremos así, sin ganas de cambiar nada, los clubes con la sensación de que nos cobran poco y las familias pensando que para lo que se nos da, demasiado pagamos. Los entrenadores pensando que están explotados y todos con cara de póker desconfiando del que tenemos al lado. El baloncesto base no tiene que ser ni low cost ni premium, el servicio de los clubes de baloncesto base tiene que ser el mejor posible y lo pagaremos como se merece.

Un saludo,