Día de partido

by Basketistas

Nueva entrada repasando brevemente el capítulo 5 del libro de José Mª Buceta y que en esta ocasión habla sobre los partidos. Tras haber tratado de temas como las relaciones entre jugadores, entrenadores, club y familias, de planificaciones y entrenamientos, esta vez se centra en la propia competición. Esperamos que os resulte de interés.

Competir no es entrenar

El objetivo de la competición no es otro que el de ser mejor que el rival, el de medir las capacidades de un equipo frente al otro. Ya hemos hablado en otras entradas que a veces parece que hablar de competir en deporte escolar es algo perverso o poco ético. La esencia del deporte de competición es intentar ganar sin por ello renunciar a formar personas y deportistas. “Se compite para ganar, pero ganar no debe de ser el objetivo principal del deporte de competición en estas edades. (…) El propio proceso de competir tiene más influencia en la formación de los chicos que el resultado final“. Es decir, competir no es perjudicial sino todo lo contrario. El problema puede venir cuando se entiende por competir el mero resultado final, obviando el trabajo competitivo realizado.

El gran valor que lleva implícito la competición es la autosuperación. “El que compite se involucra en la lucha por superarse a sí mismo y al adversario“. En definitiva, se trata de aprovechar las bondades que ofrece la competición. “Aunque el objetivo principal de la competición infantil y juvenil no sea ganar, su aprovechamiento como elemento formativo aconseja que los chicos, dentro de sus posibilidades, compitan en condiciones mínimas de rendir, ya que de esa manera, se le podrá sacar un mayor partido a la experiencia de competir“.

Antes de la competición

Como en tantas acciones de la vida, hay que prepararse antes de competir. “Son convenientes unas rutinas previas que resulten razonables a cada situación“. Para ello han de ser conscientes de esto los propios jugadores (desayuno adecuado y con la antelación necesaria, preparación del material, horario de salida hacia el lugar del partido correcto…) y en estas edades también los padres. Estos últimos “han de comprender que la competición no empieza con el pitido del árbitro, sino mucho antes: cuando los deportistas comienzan a prepararse“.

Durante el encuentro

 Siguiendo con los padres, estos “deben conocer cómo funciona la competición (reglamento y normativa). Igualmente interesante es que conozcan la relación existente entre los periodos de participación activa y las pausas“.

Respecto a los propios jugadores “para rendir es clave que el deportista centre su atención en lo que tiene que hacer en cada momento, sin mirar atrás. (…) Durante los periodos de participación activa, la atención de los deportistas tiene que estar concentrada en su cometido. (…) No es bueno que el entrenador, y menos los padres, les estén indicando continuamente lo que tienen que hacer”. Durante el ataque se deja a las chicas tranquilas para que tomen la mejor decisión, durante la defensa se les anima para que aumenten el esfuerzo y que éste no decaiga. Como siempre, para esto también, es fundamental una buena comunicación entre el entrenador y los padres.

Los periodos de pausa “no son para estar ausentes. (…) No es el momento de lamentarse por el error recién cometido o bajar la guardia, sino de centrarse rápidamente en la siguiente acción“. “No es una buena situación para que los padres animen y se confundan sus voces con las del técnico. (…) Las pausas más prolongadas permiten recuperarse del esfuerzo y, en algunos casos, reflexionar constructivamente sobre lo que se está haciendo, aunque no son recomendables los análisis profundos“.

Durante la competición, los deportistas deberían de estar centrados por completo en la misma, pero en estas edades es muy habitual que observen las reacciones de entrenadores y padres buscando aprobación o respaldo. Por eso “los gestos que los entrenadores y padres hacen, también tienen un gran impacto“.

Termina la competición y es hora de volver a la normalidad, de asimilar lo acontecido. “Se recomienda a los entrenadores que inmediatamente después de los partidos no hablen con los deportistas para analizar lo sucedido. No es el momento apropiado“.

Lo interesante en estas edades es que los deportistas aprendan de su experiencia en las competiciones, que no se queden únicamente con la emoción positiva de haber ganado o jugado bien, o la negativa de haber perdido o jugado mal. La experiencia debe aprovecharse para fortalecer su autoconfianza y su motivación. (…) El análisis post-competición es una tarea que corresponde a los profesionales del deporte. Un error de muchos padres consiste en pretender analizar lo sucedido junto a su hijo“.

Conclusiones

La competición deportiva es un escenario en el que los padres de los deportistas jóvenes pueden contribuir activamente a que la experiencia de competir resulte beneficiosa y no sea una oportunidad perdida. (…) La comunicación con el entrenador (y/o el director deportivo) es fundamental para que los padres sumen. Entrenadores y clubes deben ocuparse de informar, orientar, escuchar y llegar a acuerdos con los padres para que, más allá de portarse bien, su comportamiento en la competición aporte aspectos positivos para el buen funcionamiento de los chicos“.

Entrada basada en el Capítulo 5 del libro “Mi hijo es el mejor, y además es mi hijo” de José Mª Buceta (Ed. Dykinson)

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