Cuidar el baloncesto

by Basketistas

Llevamos ya unos cuantos años de baloncesto base a las espaldas, partidos incontables y competiciones de todo tipo y nivel. La gran mayoría de las familias empezamos en esto del baloncesto de nuestras hijas/os por distintos motivos pero seguro que dos comunes a todos: nuestra propia afición al deporte de la canasta y el hecho que sea un deporte de equipo y de los considerados «nobles» e incluso atractivos a la vista por su plasticidad.

El baloncesto además se ha alejado siempre de lo negativo que se mueve habitualmente en torno al fútbol y que ha llegado a «contaminar» incluso el fútbol base con comportamientos y actitudes impropias tanto en las gradas como en los propios campos de juego. Por eso la mayoría hemos visto con buenos ojos que nuestros hijos participen del deporte de la canasta.

Baloncesto: el éxito nacido del crudo invierno

El deporte de la canasta nació en Massachusetts en la búsqueda de un deporte que practicar en interior y que practicar en las clases de educación física en el crudo invierno de la ciudad de Springfield. Sin extendernos mucho, el profesor James Naismith ideó el baloncesto seguro que sin imaginar todo lo que iba a mover su recién creado deporte. Unas cestas de fruta sirvieron como primeras y rudimentarias canastas. Trece reglas básicas y estaba sembrado el germen de este deporte que nos encandila.

Desde esos orígenes el baloncesto ha crecido de un modo brutal, se ha extendido a todo el mundo y se juega en cualquier cultura, continente, país o rincón recóndito del planeta. Al fin y al cabo, para jugar a baloncesto lo puede hacer hasta uno solo, con una pelota y una canasta, sin más. 

NBA: el escaparate para el mundo

El baloncesto, nacido en Estados Unidos, siempre ha tenido a su gran motor promocional en su liga profesional, la NBA, y su forma de vender el producto. Muchos de los que ahora llevamos a nuestras hijas a jugar a pistas y pabellones recónditos, a horas intempestivas en fin de semana, o que las acompañamos y recogemos en entrenamientos interminables crecimos y nos acercamos al baloncesto gracias a los Larry Bird, Abdul-Jabbar, Barckley, Olajuwon, Pippen, Thomas, Worthy y por supuesto Magic Johnson, Shaquille, Jordan… hasta los más actuales con especial mención al recién desaparecido Kobe Bryant. Tiempos de saborear la revista Gigantes y ver los partidos que nos traía Ramón Trecet a horas indecentes.

Y mientras, en nuestro país también salían figuras como Epi, Corbalán, Santacruz, Iturriaga, Fernando Martín, Del Corral, Biriukov… y esa selección con ese señor de gafas infinitas, Antonio Díaz Miguel. ¿Y en Europa? Balcánicos y la antigua URSS marcaban la diferencia, inolvidable selección yugoslava o griega, los soviéticos intratables… tantos y tantos nombres… Hoy en día la generación de oro abanderada por Pau Gasol hace las delicias de los amantes del baloncesto.

Para más, Zaragoza ha sido, es y será ciudad de baloncesto. El origen de los equipos de Helios/Skol, luego CBZ/Cai Zaragoza, con la saga de los Arcega y una cantera prolífica y en la actualidad Basket Zaragoza que intenta rememorar aquellos tiempos de copas del Rey, Copa Korac, etc. 

Con todo esto, el baloncesto tenía que estar en nuestras vidas. Ese baloncesto que en su origen no tenía líneas de triples, en que había jugadores dispares, unos muy altos, infinitos, y otros pequeños pero rudos, los había con buena puntería, más habilidosos y menos… Esos pantalones cortos, casi bóxers, y esas camisetas amplias con tirantes vintage también han evolucionado y verlo ahora provoca una sonrisa inevitable. Pero al final lo que gustaba era la esencia del deporte, los mates en esos aros que para los mortales estaban en el cielo, los tiros que lanzaba Drazen desde su casa que entraban como un misil, la cuenta atrás del tiempo en el marcador con resultados ajustados, la tensión y al final, en general, la deportividad. Los equipos se saludaban y a otra cosa. En la comparación con el fútbol, esa camaradería del baloncesto se veía como extraterrestre. Los locos de la canasta.

Evolución: un deporte vivo

Si por algo destaca el baloncesto también es por su constante evolución. Es un deporte en permanente adaptación y que busca el espectáculo, el favorecer con sus normas la plasticidad y el seguir siendo un deporte vistoso. Para ello la NBA sigue siendo la que marca la pauta, si alguien sabe de marketing son ellos.

También propiciado por la evolución del propio perfil del deportista y de la especialización. En la era del Big Data todo se ve, se analiza y se desmenuza y para ello el baloncesto es propicio y pionero. 

En España las licencias del baloncesto se multiplican exponencialmente y en concreto el baloncesto femenino es el deporte practicado por mujeres que más licencias federativas tiene.

Nuestro país hoy es una potencia europea en ambas disciplinas masculina y femenina y en categorías profesionales y de base. Y es potencia mundial que nos tiene acostumbrados a estar en las semifinales o finales de mundiales y europeos como algo casi natural. Quizá a veces no somos conscientes de lo complicado que es por lo habituados que nos tienen.

En todo este tiempo las normas también han evolucionado, los reglamentos se han ido adaptando a la evolución del propio juego, a las condiciones físicas de los jugadores, a las innovaciones técnicas y tácticas. El baloncesto está vivo.

Presente y futuro

La alimentación, la genética o la combinación de ambas hace que cada vez los jóvenes sean cada vez más altos y fuertes, más atléticos. Además ahora se trabaja mucho mejor con ellos en la base, hay más conocimiento y más especialización, cosa muy de agradecer. El físico cada vez tiene más presencia y se va imponiendo como algo natural.

Dejando al margen todo lo que se podría tratar del tema desde un punto de vista especializado y que dejamos para los estudiosos, desde la perspectiva de un mero aficionado o profano en la materia, se está viendo un progresivo cambio en el baloncesto general que afecta también a la base y que consiste en la imposición del componente físico.

Un componente que siempre ha estado presente como en cualquier deporte, las cualidades y aptitudes te orientaban hacia uno u otro deporte. Antes si eras alto, apuntabas para el baloncesto. Lógico. El aro estaba alto y para anotar y rebotear era una ventaja sustanciosa. Hoy en día sigue siendo una ventaja pero otras cualidades atléticas ganan fuerza.

Hubo un tiempo en que en el baloncesto se penalizaba mucho cualquier contacto. El reglamento los castigaba con bastante rigor pero los jugadores cada vez eran más atléticos y, quizá por ello, se fue ganando margen en lo relativo a esos contactos. Cargas y bloqueos se han ido mirando con más benevolencia para evitar constantes parones en el juego, sobre el papel algo razonable. Ahora se intenta también hilar muy fino con el tipo de contacto y definir qué «modalidad» de contacto es tolerable y cuál no. 

Cada temporada prácticamente de ajustan criterios de reglamento, es algo que puede parecer increíble pero raro es el verano que FIBA no hace una buena actualización de normas.

Conclusión (muy) personal

El asunto es que poco a poco ese «dejar jugar» a base de permitir más contactos da la impresión de que se nos va de las manos. Especialmente en categorías formativas, en niveles A, donde parece aceptada por todos la doctrina de que el que más poderío físico tiene, debe explotarlo al límite. Y el caso es que quizá ese límite sí que esté bien definido por reglamento y que el problema está en el «margen de tolerancia» que es ya un criterio muy personal del árbitro de turno. Ese margen debería de ser mínimo para alejarse del reglamento lo menos posible. Pero a veces se ven partidos que en comparación con otros parecen jugados bajo reglamentos distintos. Incluso en un mismo partido se ve una variación de criterio según las circunstancias del encuentro o el momento del choque. Quizá en esto es en lo que hay que hilar más fino. Tal arbitro ha permitido mucho contacto, tal otro ha penalizado demasiado…¿pero no hay un mismo reglamento? El margen de tolerancia, la manga ancha o como lo queramos llamar.

Y es que se ven partidos en categorías cadete o junior que parecen batallas cuerpo a cuerpo en las que pasa a ser secundario lo de anotar canastas primando los choques, manos, contactos, etc. Y además de hacer más feo este deporte (apreciación personal) por momentos lo vuelven casi peligroso para la integridad de jóvenes en proceso de formación.

Cuando como padre/madre que está en la grada se está pensando al ver saltar a pista a un hija/o «a ver si hay suerte y no me la lesionan», algo no funciona como debería. No se corresponde con el deporte del que estamos hablando aquí. Y partidos así los hay y cada vez más, esos en los que al acabar los 40 minutos si no ha habido lesionados, se respira aliviado y ya se considera un éxito.

El baloncesto femenino ha evolucionado mucho y se juega con mucha intensidad y velocidad, con más potencia física, mientras que la fisonomía del cuerpo de la mujer la hace propensa a lesiones de LCA que en los últimos tiempos parecen una plaga. De todas ellas habría un número nada despreciable que se podrían haber evitado a base de ser más estrictos con la aplicación del reglamento.

Algunos de los defensores del baloncesto actual dirán si otros equipos lo hacen, hay que hacerlo. Que si en otras federaciones se permite, aquí hay que permitirlo. Que para competir fuera de nuestra circunscripción hay que ser «leñero» porque fuera o das o te dan. Y sí, es cierto, es lo que hay pero ¿de verdad es hacia donde queremos que vaya nuestro deporte? ¿A ver a chicos y chicas de 14, 15, 16 años o más saltar a la pista como si fuesen a un partido de rugby o combate de lucha? No es lo que de entrada podíamos esperar cuando se iniciaban en el baloncesto en etapa benjamín, ¿no?

La excusa de que hay que hacer lo que hagan los otros es muy socorrida pero también podríamos luchar todos por llevar el baloncesto de formación por unos estándares donde prime más el juego que la lucha. Y también porque al final esa batalla física genera tensión dentro y fuera de la pista, porque al final las gradas se exaltan más cuando se saca a una chica de la pista con una carga lateral dudosa que no se castiga, cuando hay lesiones que podrían haberse evitado y malos gestos que alteran a todo el personal.

Para nosotros el baloncesto tendría que retomar la senda de la competitividad pero sin dejar la deportividad que era su seña de identidad. Las federaciones territoriales y los comités arbitrales deberían de sentarse en una puesta en común de objetivos y análisis de la salud actual del baloncesto base. No todo es vanagloriarse del aumento de licencias año tras año, no todo es cantidad, sino también calidad.

Por un baloncesto sano, divertido, vistoso pero que también cuide a sus principales actores, nuestros hijos/as. Por el BALONCESTO, en mayúsculas.

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