¿Qué hay de lo mío?

by Basketistas

La pregunta está en el ambiente, pero por desgracia en corrillos muy pequeños. Y en estos tiempos de pandemia, más que corrillos se limita a algo como subgrupos de WhatsApp porque casi que ni en los aledaños de los entrenamientos se puede uno organizar para expresarse o hacer frente común. Y así nos va…

Cuando todo esto pase, miraremos atrás en el tiempo y recordaremos la pandemia que fulminó un final de temporada e hirió gravemente (cuando no aniquiló) una consecutiva en el deporte base de las Comunidades Autónomas. Y en ese recordar quizá no se pare a analizar que el deporte base en su gran mayoría ha sido el convidado de piedra al que no se le presta atención y en consecuencia no se dedica tiempo ni recursos.

Vendrá un “ya pasó, vamos a mirar adelante” cuando sería un buen momento para hacer un análisis que hiciera bueno aquello de que de las grandes desgracias salen grandes oportunidades (de mejora). Buscar que de ellas se salga mejor y más fuerte por su dosis de terapia depurativa. En el deporte base no, de esta no se va a sacar nada.

Qué negativos dirán algunos, pero es que basta analizar por encima la situación actual para ver que el panorama es desolador. Nada de unificación de criterios, cada Autonomía, cada Federación salva los muebles como puede o como le parece. Cierto que tienen un papelón delicado, pero no menos cierto que si todos nos uniéramos podría surgir como una sola voz un grito en favor del deporte base. Parece que hay una cierta desconfianza de unos en otros a la hora de dar un primer paso y que los otros secunden. Los deportistas federados y escolares no resultan ser los protagonistas de esto, parecen más bien una especie de mercadería que se puede dejar aparcada en el almacén al ser no perecedera y que ya se recuperará cuando escampe.

El daño ya se empieza a comentar que será irreparable, que se verá en el futuro por las consecuencias de esos jóvenes que se desengancharán del deporte, no por una pandemia sino porque no se les dan opciones para practicar un hábito saludable física y mentalmente. Llevamos ya 9 meses de restricciones donde algo deberíamos de estar aprendiendo del virus maldito, de su comportamiento, factores de riesgo, cómo minimizar su propagación, cómo proteger ciertas actividades pero en muchas ocasiones parece que seguimos con los palos de ciego de marzo y abril.

Hagan ustedes protocolos, tomen medidas de protección higiénico-sanitarias, controles, registros, responsabilidad y de nuevo la burocracia que acaba por engullir a la practicidad. ¿Para qué tanto protocolo y tanta parafernalia? A veces parece que todo sea para tenernos entretenidos, para darnos esperanzas que una y otra vez acaban en nada e ir ganando tiempo al tiempo. En nada con el verano a tiro ya se dirá que para lo que queda, se sacrifica la temporada. Otra más.

Y al final con esta situación acaban por verse las verdaderas costuras, las miserias del deporte base en nuestro país donde queda claro que los que llegan a la élite lo hacen porque son auténticos cracks. No es gracias al funcionamiento del deporte base, parece más que lo sea a pesar de él.

Tímidas voces se empiezan a oír desde el profesionalismo, por lo general solo desde el menos priviliegiado, que salen ahora a apoyar el deporte escolar/base que en muchos sitios lleva paralizado desde marzo pasado. Pero en realidad las voces que más se alzan ¿de dónde salen?. De los propios deportistas y sus familias. Y ahí está la gravedad de todo esto. La hostelería y los gimnasios que son tenidos en cuenta en las últimas órdenes publicadas en el BOA en Aragón no salen en los papeles por casualidad, lo hacen porque se hacen oír reclamando sus derechos. En el deporte base se dan pocos ERTE, pocos alquileres de locales, pocos créditos que acometer y nuevamente aflora la realidad. Economía precaria de mínimos la que mueve el deporte base donde si no hay una temporada pues se recogen velas y ya volverá a soplar el viento. ¿Y los chicos y chicas? Ya volverán, o no. Pero la factoría de chicos y chicas, de generación tras generación, parece inagotable. Triste, muy triste panorama.

Cierto que algunas competiciones hay y en enero dicen desde el Dpto. de Educación, Cultura y Deporte que si todo va bien se pueden ir añadiendo más… Sinceramente, con la curva ascendente, el nulo cambio de criterios, el poco interés por el deporte base y lo poco que se lucha por él ¿alguien se lo cree? Se han conseguido meter competiciones con el “disfraz” de nacionales y así agarrarnos a un resquicio de la Ley 3/2020 y bla, bla, bla. ¿En serio? ¿Ese va a ser el gran logro o la gran concesión al deporte base?  ¿Esas migajas van a contentar a alguien? Más bien al contrario crean un agravio comparativo muy desagradable. ¿Acaso sólo los que juegan en cierto nivel pueden jugar? ¿Jugar en un 1ª o nivel A te inmuniza frente al coronavirus? O peor aún, como resulta que hay que acabar rellenando un Campeonato de España a final de temporada, podemos arriesgar con ellos. Todo chirría, ¿no?

Uno que es un idealista esperaba que se fuera más entregados a buscar soluciones y ojo, no se trata de competir y hacerlo con riesgos no asumibles. Se trata de practicar el deporte de grupo, de dar la motivación necesaria para los que entrenan, porque entrenar sin competir es tan meritorio como desmotivante. Uno esperaba que se avanzase en protocolos seguros, que se fuesen perfeccionando conforme aprendemos del virus, instalaciones seguras, prácticas seguras, mascarillas, puerta cerrada, medidores de CO2, análisis de ventilaciones y todas las limitaciones que hiciesen que los riesgos se redujesen hasta lo tolerable. Lo que uno no esperaba es que se aplicase la política de “muerto el perro se acabó la rabia” o la anarquía de unos sí y otros no aleatoriamente. Matar al deporte base no evitará la propagación del virus, sin embargo en todavía no sabemos qué medida si que castigará la propagación de hábitos de vida saludables en unas cuantas generaciones que lo van a padecer. Ya no hablamos de si la práctica deportiva no es incluso beneficiosa como protección frente al virus…

Al final lo que decíamos al comienzo, vemos jugadores, familias, quizá hasta algunos equipos completos diciendo a algún ente invisible aquello de ¿qué hay de lo mío? Esperando su ración de migajas que le permita al menos practicar el deporte que les gusta y que practican con pasión. ¿Alguien dispuesto a dar el primer paso?

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